Más allá de los márgenes: Reseña del poemario ¡Dale Hermano!

“La solidaridad de los ácratas es más que palabra escrita”, cartel que rezaba en la boca del túnel a través del cual un grupo de anarquistas logró fugarse del Penal de Punta Carretas en la década del 30. No sólo por razón de haber vulnerado la seguridad de aquella prisión, de haberse burlado de la autoridad, de los funcionarios carcelarios, sino, el hecho mismo de que el propio túnel haya sido una obra de arquitectura maestra. La gran obra de arte.
En el poemario ¡Dale Hermano! el lector va a encontrarse con un imaginario muy amplio que si fuera puesto en exposición, incluso los curadores más idóneos y detallistas, serían incapaces de evitar que las imágenes enmarcadas huyeran de sus márgenes manchando de esta forma las paredes. Y es, quizás, en esas manchas donde se pueden hallar los trazos de la verdadera poesía.
¡Dale Hermano! no es de ninguna manera una lectura complaciente, sino pequeñas marcas que afean las pareces del museo escapista burgués.
No hay simetrías silábicas, no hay más que el escándalo de hemistiquios deformes. Diéresis, sinéresis y encabalgamientos se enredan entre sí asfixiándose. Lo abyecto toma lugar ante el régimen despótico de lo bello. Disonancias y estridencias describen el paisaje sonoro y visual de una forma de versificación enraizada en las ubres de la civilización moderna. El caos, ese creador.
La poesía ha muerto, es cierto, pero nadie ha de librarse de su eterno retorno. Y más peligroso aun es, si ésta surge fuera de las entrañas del mundo editorial mainstream, del disciplinamiento de las bellas letras y a partir de la financiación colectiva o crowdfounding alimentada por los lectores que, por derecho, preceden a la obra. No habría obra, de hecho, sin lectores. Del mismo modo los poemas anteceden a sus propios autores y así es como está dispuesto en el libro.
De sacro santo verso maldito y profanas prosas; “And the whole damn place goes crazy twice, and it's once for the devil and once for Christ” brindaba Leonard Cohen mientras veía todo pasar. ¡Oh hermano, no juréis que sin gloria y vencidos habremos de morir! Pasaron los federales y unitarios, blancos y colorados; pasaron los Mitre y los Urquiza; Rivera, Oribe, Batlle, la Suiza de América, los campeones del mundo. Pasó la globalización, la época de las revoluciones, la ciencia, la tecnología.
Y no pasó nada.
Pasará la bohemia, el vino se hará vinagre, y después sangre, y otra vez vinagre, siempre vinagre. Inoperante luz de foco de la esquina, apagada será más de noche; la noche que no fue anoche, e irán cayendo una a una las estrellas, noche que mueres en el día que pasará en madrugadas de desvelo.
El río pasará sobre Montevideo, en un vaivén de olas llevándoselo todo, llegará a La Plata, y sin refugio para las tempestades, pasará todo. La dolencia, lo único crónico. El agua da vida y sólo por eso es capaz de quitarla.
Con los restos del naufragio, las ruinas del romance, pasarán los viejos nuevos uruguayos, las últimas primeras veces de las cosas, un vestido de novia ajado, bufandas de todos colores, una túnica de quinceañero, lazos rotos de otoños pasados y un cielo todo de verano.
Pasarán intérpretes de los sueños de los perdedores, las cartas del Coronel que nunca llegaron a destino (se quedaron en el Río de la Plata, sabían?), servilletas con palabras de amor borroneadas, el argento menhir, los obsesos por el zahir. Pasarán las combinaciones extrañas de palabras triviales, si no pasaron ya, lubolas piñatas, cenizas de fogatas. Pasará el temblor de manos, las luces y el miedo junto a las credenciales de poeta, después, incluso, que los poetas, ya pasados.
Al final, sólo queda un hombre en un Fiat Panda rojo tocando bocina y gritando: “¡Dale Hermano!” medio cuerpo por fuera de la ventanilla, porque él también quiere pasar. Y al final todos pasaremos.
Y ahora llegó el momento de dejar solo al lector. Porque en toda lectura, uno está solo frente a la obra y un volumen de poesía no es más que un espejo incómodo cuyos versos, cual añicos, revelan a cada uno y de manera desacomodada aquello que se esconde tras el velo, aquello que está en penumbras, aquello que no puede salir a luz, aquello que denominamos lo abyecto. Quizás se pueda encontrar consuelo en el hecho de que cada uno de los poemas esté firmado, en las últimas páginas del libro, por alguien. Pero tampoco. Aquel que se flagela en cada estrofa, se desdobla en uno, es la revelación de una otredad, del otro mismo.
Entonces están solos.
Por eso es que me limito a acompañar al lector hasta este punto, frente a un poemario de anónimos, sin patria y sin edad, a que atraviesen las puertas a partir de las cuales se despliega un laberinto, su propio laberinto, un juego de espejos donde se reflejan todos los rostros, que son, al final, el mismo rostro.
"Más allá de los márgenes: Reseña del poemario ¡Dale Hermano!" por Juan Aguerre se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución 4.0 Internacional.
Basada en una obra en juanignacioaguerre@outlook.com.